La gestión del conocimiento por parte de una institución educativa en contexto de COVID-19

Dentro del campo de las ciencias de la educación, la familia es reconocida como la primera institución educacional que surge en la historia de la humanidad (o más bien desde su prehistoria), identificándosele como una institución educativa informal. Desde el punto de vista de las instituciones formales, como un jardín infantil, una escuela, un liceo, un Centro de Formación Técnica o un Instituto Profesional, pertenece más bien al entorno de la institución, con la cual se adquiere mayor o menor vinculación en la medida que se involucre de manera más decidida en el logro de los aprendizajes de sus miembros, particularmente cuando estos son menores de edad y transitan por lo que habitualmente conocemos como enseñanza obligatoria. Como toda organización humana, es indudable que cumple con las características para ser considerada como una organización que aprende, la mayor o menor formalidad de sus procesos de aprendizaje no la inhabilitan para caber dentro de la definición que nos entrega Bolívar 2015, cuando las sintetiza como aquellas “que tienen una competencia nueva, que le capacita para –aprendiendo colegiadamente de la experiencia pasada y presente- procesar la información, corregir errores y resolver sus problemas de un modo creativo o transformador, no meramente de modo acumulativo o reproductivo”. Es cierto también que probablemente una familia en particular para sí misma no se piensa (D. Ulloa e I. Mena, 2016) necesaria o principalmente como un centro de formación para sus miembros, sobre todo cuando su entorno es relativamente regular o estable. Es probable que en estos contextos, la gestión interna del conocimiento que realiza una familia tenga este carácter más bien acumulativo o reproductivo, que Bolívar utiliza como diferencia. 

Pero… ¿Qué sucede cuando este entorno se vuelve irregular o sumamente variable, volviéndose altamente impredecible no solamente para sistemas o instituciones sociales como la familia, sino para los sistemas e instituciones sociales en general? En estos contextos sumamente contingentes, tales como el que nos toca vivir actualmente en tiempos de pandemia, el carácter meramente acumulativo o reproductivo del aprendizaje familiar no es el único que se destaca, sino que se le puede observar estrechamente vinculado a la emergencia de otras características más bien productivas, asociadas a la gestión del conocimiento por parte de las familias y sus miembros, características tales como  la creatividad, la innovación, know-how, el capital humano y personal de  cada integrante, incluso la memoria organizacional de la familia que les permite hacer frente a una contingencia como la que se está viviendo actualmente. Basta analizar el siguiente relato, recogido de redes sociales, de una madre trabajadora, jefa de hogar, con 3 hijos, todos en edad escolar, que estudia en jornada vespertina en una carrera técnica, para visualizar todos los elementos claves de una organización que aprende y gestiona los conocimientos adecuados que les permite seguir adaptándose a este entorno tan complejo y crítico, y que permite por otro lado, a las instituciones educacionales de nivel superior e inferior también seguir funcionando, porque lo que revela este contexto, es que sin la necesaria y adecuada gestión del conocimiento que hagan las familias, para seguir funcionando como tales en relación a las exigencias que las organizaciones educacionales le hagan, el propio funcionamiento de estas se volvería muy improbable. La pregunta abierta general que origina este relato es la siguiente: ¿Cómo se han organizado usted y su familia cuando se suspendieron las clases presenciales y comenzó la formación online?

“Fue muy difícil aceptarlo, pensé en retirarme y concentrarme solamente en la educación de mis hijos y mantener mi trabajo todo lo que sea posible. Apenas me manejaba en TIC’s, yo siempre he preferido las clases presenciales. Mis compañeras de carrera lo mismo, además que veíamos que la mano se nos venía más pesada y difícil, sobre todo por ser mujeres, independiente de si estamos solas o acompañadas. Mis hijos por su parte, ellos felices, todo el día en la casa, pero cuando desde la escuela se organizaron mejor y empezaron a exigirles, se pusieron nerviosos. Yo siempre les he inculcado responsabilidad, y que lo único que tenemos para mejorar en la vida son los estudios… en este punto decidí continuar, no rendirme, tenía que seguir dándoles el ejemplo y por mí misma también. Junto a los consejos que me dieron algunos profes, la flexibilidad académica que nos dieron ellos para no renunciar y solicitar apoyo al CFT si teníamos problemas de pago en los aranceles o de conectividad, tuvimos una conversación familiar y analizamos cómo podríamos mejorar en esta situación, para aprovechar lo que teníamos, apoyarnos como familia, bajar ciertos gastos. Tenemos un solo computador en la casa pero todos tienen su celular y nos dijimos tenemos que organizar nuestros horarios de uso del computador y apoyarnos con el mejor celular. Hay que informarle, sin vergüenza a los profes, de la escuela, del liceo, del CFT, cuáles son nuestras dificultades. La Francisca, que va en 1° año medio, es la que mejor se maneja en Excel, Word y PowerPoint, y nos va a enseñar a todos. Y todos nos vamos apoyar para cumplir con nuestras tareas. Salir adelante como familia es lo principal. Vamos a optar por un solo plan de datos de conectividad para todos y vamos a sacar el TV cable, solo internet. Del CFT también me dieron algunos trucos para mejorar la señal, sobre todo cuando estamos en clases. Yo me propuse por mi parte, dejar de fumar… me ha dado cuenta, al pasar ya más de tres meses, que esto es lo que más me ha costado, pero mis hijas están felices, porque dicen que van a tener mamá para rato. Lo otro que nos ayudó, es que ya teníamos alguna idea de cómo organizarnos de alguna manera en esto, por el estallido social del octubre del año pasado, en donde ya se habían suspendido las clases. Estamos estresados, pero estamos juntos. Lo que más me preocupa es perder el trabajo, pero tampoco me voy a echar a morir si eso llegara a pasar, de alguna manera nos vamos a arreglar. Nos ha ido bien, se aprende menos en clases, pero nos mantenemos, y estoy siempre en contacto con la Unidad de Desarrollo Estudiantil del Centro de Formación. Y cómo familia hemos crecido, estamos más unidos y me manejo ahora en esto de las TIC’s y la educación online, y con mis compañeras también nos conectamos con cierta frecuencia, para seguir haciendo vida social…”.

 

Este es un relato algo extenso, pero muy ilustrativo, que describe no solo las estrategias diversas que una institución tan básica como una familia ha realizado para gestionar de la mejor forma posible los conocimientos necesarios para adaptarse a un entorno muy cambiante, sino que también permite identificar parte de las estrategias que las instituciones educativas, que se vinculan a los sistemas familiares, han diseñado para gestionar adecuadamente sus propios conocimientos. Una institución de educación, cuya razón de ser es la maximización de los aprendizajes de sus estudiantes, necesita obviamente para seguir existiendo, de la continuidad de sus procesos formativos, independiente de la modalidad de enseñanza que se establezca. En un contexto como el presente, debe de disponer de todo su capital intelectual, en tanto recurso, que le permita continuar produciendo valor para sus stakeholder. En el contexto de los objetivos estratégicos de una institución de educación formal, probablemente una adecuada gestión del conocimiento en este contexto tan crítico y variable, significará que estas instituciones deberán, de ahora en adelante, de disponer de mecanismos y estrategias permanentes que les permitan conocer cómo a su vez, instituciones tan claves para ellas como las familias, gestionan internamente sus conocimientos para mantener su relación o vinculación con la educación que reciben de estas instituciones formales. De esta manera se cumplirá con la finalidad de todo proceso de gestión del conocimiento, no solo el de crearlo y el de compartirlo, sino también el de poder aplicarlo, esto es convertir ese conocimiento en productos valiosos para la organización, lo que se reflejará más temprano que tarde en una mejora de sus indicadores de desempeño, en rendimiento, matrícula, retención y retorno entre otros. De este modo, seguirán efectivamente comportándose como una organización que aprende, es decir una organización “en donde las personas alinean sus talentos y capacidades para aprender a triunfar en conjunto y lograr los resultados deseados, aun frente a escenarios cambiantes”, tal como lo están haciendo actualmente todas las familias en nuestro país, y probablemente, dado los alcances de la pandemia, en el planeta entero.

 

Bibliografía:

  • Bolívar, A., (2015): “Los Centros educativos como organizaciones que aprenden: Una mirada crítica”, Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad de Granada, España.
  • Rodríguez, D., (2006): “Modelos para la creación del conocimiento, una aproximación teórica”, Departamento de Pedagogía Aplicada, Universidad Autónoma, Barcelona, España.
  • Ulloa, D., & Mena, I., (2016): “La escuela como una organización que aprende”. Ficha VALORAS, P. Universidad Católica de Chile. Disponible en Centro de Recursos VALORAS: www.valoras.uc.cl  

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